martes, junio 14, 2005

Dorian Gray

Sintió que había llegado el momento, esta vez, de hacer su elección. ¿Su elección no estaba ya hecha? Sí, la vida había decidido… la vida y asimismo la ávida curiosidad que tenía… ¡La eterna juventud, la pasión infinita, los placeres sutiles y secretos, las alegrías ardientes y los pecados aún más ardientes: todas esas cosas tenía que conocerlas! El retrato asumiría el peso de su vergüenza, y nada más!...
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Pensó por un momento en rezar, para que cesase la horrible afinidad que existía entre él y el retrato. Un ruego la engendró, ¿quizá un ruego podía destruirla?...

Y sin embargo, ¿quién, conociendo la vida vacilaría para tener la probabilidad de permanecer siempre joven, por muy fantástica que pueda parecer esta probabilidad, en arrostrar las consecuencias que su elección llevara consigo?... Además, ¿dependía aquello de su voluntad?...

¿Era realmente su ruego el que engendró aquella sustitución? ¿No podría explicarse con alguna razón científica? Si el pensamiento ejerce influencia sobre un organismo vivo ¿no pude ejercer también esa influencia sobre las cosas muertas o inorgánicas? ¿No podrían las cosas exteriores a nosotros mismos, sin pensamiento o deseo consciente, vibrar al unísono de nuestros humores o de nuestras pasiones? Pero la razón ya no tenía importancia. No irritaría ya con su ruego a un poder tan terrible. Si la pintura debía alterarse, nada podría impedirlo. Seguiría a su espíritu en sus pensamientos secretos: aquel retrato sería para él el más magnífico de los espejos. Del mismo modo que le había revelado su propio cuerpo, le revelaría su propia alma. Y cuando llegase el invierno de la vida para el retrato, él seguiría en el lindero tembloroso de la primavera y el estío. Cuando la sangre fuese despareciendo de su cara, dejando detrás una máscara lívida como enyesada, de ojos plomizos, él conservaría la esplendidez de la adolescencia. Como los dioses de Grecia, sería fuerte, ligero, alegre. ¿Qué podía importarle lo que sucediese a la imagen pintada sobre el lienzo? ¡Él se salvaría, y esto era lo importante!...

[…]

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Pero no existía en la casa otra habitación tan alejada de miradas indiscretas. Él tenía la llave; nadie más que él podría entrar. Bajo su sudario de seda, la cara pintada en el lienzo podría volverse bestial, hinchada, inmunda. ¿Qué importaba? Nadie la vería. Él tampoco querría mirarla…¿A qué vigilar la atroz corrupción de su alma? Conservaría su juventud y era bastante. Y, en suma, ¿su carácter no podía embellecer? No veía ningún motivo para que el porvenir estuviese tan lleno de vergüenza…Algún amor podía atravesar su vida, purificarla y libertarla de aquellos pecados que ya rondaban en torno suyo en espíritu y en carne, de aquellos pecados extraños y no descritos a los que el misterio presta su encanto y su sutileza. Quizá algún día la expresión cruel abandonase la boca escarlata y sensitiva, y entonces podría enseñar al mundo la obra maestra del pintor.

Pero no, aquello era imposible. Hora por hora y semana por semana , la imagen reproducida envejecería: podría escapar de la fealdad del vicio, pero la fealdad de la edad la acechaba. Las mejillas se hundirían, se arrugarían. Patas de gallo amarilletas ribetearían los ojos marchitos, marcándoles con horrible estigma. Los cabellos perderían su brillo; la boca, hundida y entreabierta, tomaría esa expresión grosera o ridícula que tiene la boca de los viejos. Tendría el cuello lleno de arrugas, las manos con gruesas venas azules, y el cuerpo doblado de aquel abuelo que había sido tan duro con él en su infancia. El cuadro debía estar oculto de las miradas. No era posible otra cosa.
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Tratábase ahora de tapar una cosa que tenía corrupción propia, todavía pero que la corrupción de la muerte, una cosa capaz de engendrar horror y que, sin embargo, no moriría nunca. Lo que son los gusanos para el cadáver, sus pecados los serían para la imagen pintada sobre el lienzo. La mancharían, la cubrirían de vergüenza… y, sin embargo, la imagen duraría, permaneciendo siempre viva.

El retrato de Dorian Gray. Oscar Wilde



Después de estos escalofriantes fragmentos de la obra de Wilde (y os aseguro que lo son cuando te lees la historia en una vieja edición amarillenta de hace más de 30 años), os recomiendo que os paséis por los nuevos links que incluido en mi rincón. Sobre todo el de Warren Ellis
, toda una personalidad en el mundo de los cómics (lástima que esté en inglés, pero el mundo no gira alrededor del español, men!)

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p.d. Felíz día internacional de los Webloggers!

2 Comments:

Blogger olvidado said...

disos como me costo encotrar tu blog.. jeje muy bueno si señor me has dejado alucinado¡

1:17 a. m.  
Blogger Kabeza said...

chido blog.
saludos.

2:45 a. m.  

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